Hace mucho tiempo que la salsa llegó a Bogotá y, como tantas otras cosas, llegó para quedarse, con esa espontaneidad y gran calidad interpretativa que mezclaba duros y agresivos sonidos (cueros, metales, voces) con letras cotidianas y a veces contestatarias que identificaban a muchas personas en los barrios populares de América Latina, porque el Caribe, más que un espacio geográfico, es una forma de ser, vivir, pensar y sentir, que en los 2.600 m